05 septiembre, 2011

Excursiones al río Guá.

A la memoria de Pedro Reina.


Pedro Reina sabrá perdonar a todos los pecadores de mi época. 


Cuando en la década de los ochenta surgió el Campismo Popular, casi todos los fines de semana, varios amigos de la universidad cogíamos las mochilas y nos íbamos a las bases del litoral habanero o a La Loma del Taburete, cerca de la comunidad Las Terrazas, donde vivió el cantante Polo Montañez. Recordaba entonces, las excursiones que apenas unos pocos años antes, nos inventábamos los muchachos del barrio La Marina.

El río Guá se localiza a diez kilómetros de Campechuela. Es sólo un delgado hilillo de agua que nace en la serranía y desemboca en el Golfo de Guacanayabo. No imagine usted algo parecido al Toa o al Cauto y mucho menos al Amazonas o al Orinoco. Nuestro río Guá es sólo un tímido riachuelo, que le pide permiso a las chinas pelonas para poder escurrirse entre ellas.

Los domingos, bien temprano y sin que nadie nos autorizara, tomábamos varios caballos del potrero de Pedro Reina, para llegarnos hasta aquel lugar. En el potrero íbamos empujando el rebaño de équidos hacia un monte de zarzas y los rodeábamos con bejucos o con la tira de yarey de un sombrero viejo. Con un bejuco hacíamos el bozal y las bridas. Zafábamos el alambre de púas de la cerca y sin basto ni montura; cabalgábamos a través de guardarrayas y veredas.

Aquellas excursiones eran imprescindibles para nosotros. Pasábamos la mañana disfrutando del contacto directo con la naturaleza. Mientras la mayoría nos bañábamos en el río, bajo la sombra fresca de los árboles que crecen en sus riberas, otros tumbaban mangos en los alrededores. Un tercero; un poco más alejado del lugar, disfrutaba a plenitud de los gratuitos servicios de la yegua, que nunca podía faltar en las redadas del potrero.


                                                                 === FIN ===



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