16 agosto, 2011

Pescados.

Cojinúa
A Chichi, Monchi, Marcelo, Leonardo y Ernesto Aguiar.


Antes de que Campechuela fuese fundado, la pesca era ya una de las principales fuentes de  alimentación de sus moradores. Innumerables familias -durante generaciones- han conseguido en el mar la dieta básica -y muchas veces única- para su sustento diario.

Chopa
Aunque hoy nos parezca insólito; a finales de los setenta, la carne de res llegaba semanalmente a todas las carnicerías del país y los huevos de gallinas envejecían en sus depósitos de cartón; tanto, que miles de ellos fueron lanzados contra las viviendas de aquellos que decidieron tomar rumbo Norte, por el puerto de El Mariel. Aún en aquella bonanza, la dieta de muchos campechuelenses estaba sincronizada al mar. Eran los tiempos en que el patao, el carajuelo, la chopa cagona, el macabí y el machuelo eran consideradas especies de séptima categoría y nadie allí había escuchado hablar de pez gato, tilapia o tenca.

Machuelo
Sin embargo, cuando en la década de los noventa, el período especial nos apretó el cinturón, mi amigo Chichi Aguiar y sus hermanos perdieron más de cincuenta libras de peso cada uno, las especies marinas consideradas inferiores, se convirtieron en manjares y lo que les cayó encima fue un vendaval. Chichi y sus hermanos no aguantaron aquel ritmo y decidieron -sabia decisión- recuperar las libras perdidas… en Naples, Florida.


Liseta
He disfrutado del salmón y del bogavante, en ostentosos restaurantes extranjeros, pero nunca olvidaré el arroz blanco, la liseta frita y el boniato hervido -el almuerzo típico del barrio La Marina-, que en las familias más pobres se transformaba en un pedazo de pan, un ronco prieto frito y un jarro de sambumbia. Aunque he disfrutado también del exquisito sabor del bonito, del bacalao y del narval, mis preferencias siguen allí, apegadas a la rueda de sierra frita, al enchilado de camarones que preparaba abuelo Monguito y al cóctel de ostiones frescos del bulevar de Manzanillo.  

Las cosas que tiene la vida. En La Marina el boquerón siempre se utilizó como carnada y sin embargo en el mundo entero se consume curado, con el que se rellenan aceitunas y se preparan deliciosas pizzas. Los cardúmenes de manjúas en el muelle eran gigantescos y nadie las pescaba. Sin embargo, es consumida frita en toda la costa del Mediterráneo, como saladito acompañante de una buena jarra de cerveza.

Pargo criollo
¡Aquellas cuberas, guasas y cojinúas! ¡Ah! La corrida del pargo. Esa era mi preferida. Armado de tenedor y cuchillo, mis sentidos eran presa de aquella masa blanca y jugosa, que abuela Aleida plantaba en medio de la mesa, a manera de desafío. No sé por qué extraña razón, siempre he asociado al pargo con Jesucristo; quizás sea por aquel pasaje bíblico, en que cerca de la ciudad de Betsaida, Jesús multiplicó los panes y los peces y que a mí no me cabe en la cabeza que fuesen chopas, ni macabíes; sino pargos. 


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