12 agosto, 2011

Cayucos.

Galera egipcia
A Luis Jeréz (Pitcher Bueno) y Leoncio Gutiérrez.


Tres mil años antes de Cristo, ya las galeras egipcias surcaban las aguas del Nilo. Un milenio después, los mercantes fenicios las sobrepasaron en importancia, pero fueron desplazados por las galeras griegas y romanas. En la edad media, los skutas vikingos posibilitaron  las famosas expediciones de los pueblos nórdicos.

Con el pasar de los años, surgieron las carabelas, los galeones, los bergantines y las goletas, continuando así el desarrollo de las embarcaciones de velas y de vapor.

Bergantín
El 14 de abril de 1914 es considerado como uno de los días más trágicos en la historia de la navegación marítima. Bien entrada la noche, el Titanic se hundió en su viaje inaugural. Lo que  sucedió; es ya historia conocida por todos.

En la década del setenta había en La Marina, sólo dos o tres pequeños botes con motor. Eran motores muy viejos, de enfriamiento por agua; reparados y vueltos a reparar y a los que había que echarles en la recámara -para que arrancaran en las frías madrugadas- un chorrito de gasolina… y otro de café.

La inmensa mayoría de los pescadores tenía su propio cayuco: naves tan simples como sus dueños; que no tienen parentesco con las famosas embarcaciones enunciadas. El cayuco es nieto de aquellas canoas que utilizaron los aborígenes para trasladarse por todo el Caribe y que aún sigue siendo el principal medio de transporte para muchas comunidades indígenas asentadas a orillas del Orinoco y el Amazonas. El cayuco es también primo de la canoa Hatuey, aquella en la que realizó su travesía por el Amazonas y luego por todo el mar Caribe, una expedición integrada -entre otros- por el inolvidable doctor Antonio Núñez Jiménez.


Construyendo un cayuco
Para construir un cayuco, primero debía localizarse una ceiba grande, de tronco robusto y que no tuviera evidencias materiales, ni referencias verbales, de haber sido utilizada en trabajos de santería. De ser así, el cayuco no serviría para nada; naufragaría al poco tiempo o sería devorado rápidamente por los bichos y tanto al constructor como al dueño del desdichado; le esperaban por delante cinco años de desgracias personales. Por estas  razones, se investigaba profundamente la vida y obra de la ceiba candidata. Este era el paso más importante de todo el proceso y el que más demoraba, pues no podía haber equivocación.

Cuando finalmente la inmaculada ceiba era derribada, su tronco era transportado en una carreta hasta el escenario de nuestras tertulias. Allí; Leoncio o Pitcher Bueno –que eran los expertos constructores de cayucos- se harían cargo del gigante tendido. Con una hachuela como única herramienta de trabajo, iban –entre chistes, historias y comentarios malsanos- sacando lascas del tronco y dándole forma a la mole. Al cabo de unos tres meses, cuando el trabajo pesado había concluido, se instalaban los aditamentos de madera: la quilla, la borda, las chumaceras y los bancos. Se dejaba secar por un mes más, luego se pintaba con alquitrán y… ¡a navegar!

Navegando a vela en un cayuco
Los cayucos; sin poseer la fama del Titanic, de las galeras egipcias, de las carabelas de Colón o de otros tantos navíos que han pasado a la historia, eran -sin embargo- la salvación de aquellas humildes familias. Aún hoy; cuando regresan diariamente de su faena, los pescadores son recibidos con el mismo júbilo con que acogieron los pinareños a su equipo de pelota, cuando ganaron la Serie Nacional. Los nombres de aquellos cayucos eran tan simples como sus dueños: Dos Amigos, El Relámpago, Juana y El Niño,  eran algunos de los que aún hoy recuerdo.

Los cayucos no son grandes embarcaciones; poseen espacio sólo para dos o tres personas, pero tienen una increíble capacidad de maniobra. Cerca de la costa, se utiliza una vara para impulsarlos. Sobre la borda llevan las chumaceras donde se coloca el par de remos; con ellos se navega contra el viento o en el freo y para capturar la carnada con la atarraya. Para navegar despacio, en solitario o en silencio, se utiliza el canalete de popa y por si fuera poco, se les incorpora una vela o foque, que se despliega para navegar velozmente y aprovechar la fuerza del viento.

¡Es increíble que quepan tantos objetos en una embarcación tan pequeña! Se dota con dos remos, el timón de popa, el ancla o potala con su soga, la vela, la vara y el canalete. No puede faltar el cajón repleto de cordeles, anzuelos, plomadas, alambradas y el tolete, Tampoco la atarraya para la carnada, ni la chismosa con el mango y el protector contra el viento, para alumbrar durante la madrugada –a la que llaman carandosa-, un porrón con agua fría, un pomo con café, un par de panes, fósforos y cigarros. Todo lo necesario para permanecer unas diez horas mar adentro.


                                                                === FIN ===

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