13 agosto, 2011

El grumete.

A Carlos Rivas Pérez (Carlito).

Grumete
Robin Gil era un perdido enamorado del mar y sus ratos de ocio los dedicaba a la pesca. Como no poseía cayuco propio, acompañaba a cualquier pescador en la faena. Sus compañeros más asiduos eran Leoncio y Miguelito.  

Un día decidió ser un experto marinero. Pidió una embarcación prestada y convenció a Carlos (Carlito) Rivas; un joven que vivía frente al mar, para que fuese su grumete.

Robin se levantó cuando el ingenio dio el pitazo de las tres de la madrugada. Coló café en su colador y llenó dos pomitos de benadrilina con la aromática bebida. Sacó un pomo con limonada y un pedazo de queso del refrigerador y los colocó en el cajón. Hizo una revisión minuciosa de todo lo que necesitaba. No faltaba nada. A las cuatro; consiguió un pan en la panadería.

Llamó al joven compañero y en veinte minutos se hicieron a la mar. Llegaron remando antes del amanecer, al segundo estero. Entonces no se pescaba con cebos artificiales. En aquel lugar debían abastecerse de sardinas, la carnada ideal para la pesca al curricán. Tuvieron que refugiarse bajo unos mangles mientras cayó un fuerte y fugaz aguacero. Media hora después; con la ayuda de la atarraya, capturaron suficientes sardinas y las pusieron en el vivero. También capturaron un puñado de camarones.


Engodo
El hombre tomó entonces los remos y le indicó al joven que fuera preparando la carnada. Después de remar sin descanso contra el viento, durante una larga hora; llegaron, por fin, frente a Cayo Perla; el lugar escogido para la pesca. Se sentía, muy cerca, el retumbar de un inmenso cardumen de sierras. Con los primeros rayos del sol quemándole ya las espaldas; Robin solicitó la carnada y Carlito le entregó tres pelotas de engodo, hechas de sardina machacada y fango.

Contaban en la tertulia; que Robin casi infarta. La inexperiencia del joven había malgastado la carnada y su precioso tiempo. Robin contó hasta diez. Sin otra opción en sus manos; decidió izar la vela y navegar hacia uno de los mejores cabezos de la zona. Allí podrían; aprovechando los escasos camarones, efectuar una pesca de fondo. Durante el trayecto, que duró cerca de otra hora, ninguno de los dos habló.

Al llegar al cabezo; Robin Gil le indicó al grumete que lanzara la potala. Carlito no quería fallarle nuevamente y candorosamente le preguntó.

- ¿Para dónde la tiro?

El adulto no pudo más y estalló.

- EN EL PECHO, CARLITO; TIRAMELA EN EL PECHO.

Robin desconocía que era la primera vez que Carlito salía de pesquería. Contaban en la tertulia; que también fue la única.


                                                                 === FIN ===

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