25 agosto, 2011

El portero.

A: Nabil El Masri. Un libanés tan cubano como tú y como yo.


Yoly y Nabil El Masri, en Morón
Eran los meses finales del año 2010. Mi esposa Yuny y yo recibimos en nuestro apartamento, una agradable visita: su hermana, el esposo de ésta y un amigo de ambos: Nabil El Masri; un libanés tan cubano como usted y como yo, que vive en Dubai. Llegaron desde La Habana para visitar a la familia y a pasar tres días de vacaciones en Morón y Pina.

Como buenos anfitriones que somos, al terminar la cena, invitamos a nuestros huéspedes a salir, para mostrarles la ciudad. Después visitar el monumento al Gallo, la Terminal de trenes y el parque Martí, poco quedaba a esa hora que mostrar y se me ocurrió una excelente idea: llevarlos a la Casa de la Trova. Como yo conducía un jeep del trabajo, con chapa azul – una calabacita, porque hay que parquear antes de que anochezca- lo dejé parqueado en el hospital y todos nos fuimos caminando hasta la Trova.

Andrés, Yoly y Nabil, en Pina
El portero de la Casa de la Trova de Morón es conocido por su apodo: El Chino. Vive en una casona colonial de la calle Narciso López, casi esquina a Libertad. Por el día ejerce como zapatero remendón en el portal de su vivienda y por las noches, es portero y mesero en aquel sitio, donde se reúne cada noche más de un centenar de personas para disfrutar de la buena música cubana. Como en Cuba a los extranjeros se les cobra en divisa la entrada a cines, museos y espectáculos, le habíamos dicho al disciplinado Nabil, que bajo ningún concepto podía hablar cuando fuésemos a entrar.

En la Casa de la Trova
En cuanto fuimos a comprar los cinco tickets, algo le pareció sospechoso al sagaz portero, acostumbrado a lidiar cada día con las más disímiles situaciones. Los rostros que vio seguramente le sugerían que había extranjeros en el grupo y comenzó a realizar preguntas indagatorias. Los cuatro cubanos contestamos todas las interrogantes del receloso portero, pero el extranjero permaneció tranquilo, inmutable. Finalmente, los que para él tenían pinta de extranjeros, al parecer por ser bien blancos -mi cuñada Yoly y su marido Andrés- tuvieron que mostrarle el carné de identidad. Pagamos las cinco entradas en moneda nacional y nos sentamos a una de las mesas. Disfrutamos por más de dos horas del excelente show y reímos a mandíbulas batientes de nuestro pírrico triunfo sobre El Chino; el portero, quien desde lejos nos miraba con recelo.

                                                                 === FIN ===



1 comentario:

  1. jajajaja asereee! q alegria me dio leer esto!!! Hermano, te agradezco mucho tu sincera amistad y hospitalidad q nos ofresaste y en los pocos dias q nos conocimos. Yo me acuerdo q este dia en la casa de la trova brindamos por mis 29 anos de soltero y por tus suenos q compartes con muchos cubanos (esos suenos q se desvelan solamente entre gente de confianza y tambien solamente cuando hay musica alta)... y miranos hoy, yo esperando un bebe de mi esposa y tu escribiendo desde atras del mar como lo sonabas :)
    Paz y Amor (como siempre decia Andres), tu hermano Nabil el Cubano :)

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