Cerdo yorkshire. |
Un
domingo por la mañana, allá por la década de los 80'; mi padre sacrificó uno de los dos cerdos que criaba en el
corral. Era un yorkshire de doscientas libras. En mi
familia era tradición aprovechar todo de un puerco; desde las vísceras para
picotear con yuca, mientras se fríen los chicharrones, hasta las paticas en
salsa, las orejas en un potaje de frijoles colorados y la sangre y tripas, para hacer
morcillas.
Como
en aquellos tiempos el concepto de familia era más amplio que ahora; cuando
llegó el momento de repartir, la disputa tuvo que resolverse con una peseta al
aire, -como hacen los árbitros de fútbol
antes de comenzar el partido-. Como
el azar me favoreció; me correspondió llevarle una paleta a los abuelos
paternos, a sólo tres cuadras, pero mi hermano Ernesto tuvo que llevar la otra, a Manzanillo, donde vivía la abuela materna.
Omnibus Girón VI |
El
pasaje costaba veinticinco centavos y las guaguas salían cada media hora. Ernesto llegó a la terminal con la carne
envuelta en un nailon y metida en una jaba de yarey. Cogió turno en la taquilla. Cuando subió al ómnibus; se sentó en uno de los primeros asientos y de inmediato se puso a conversar animadamente con el compañero de asiento.
Cuando
la guagua llegó a Manzanillo; mi hermano se bajó en la parada del parque Céspedes,
caminó cuatro cuadras despreocupado y muy campante besó a abuela Adela y a tía Deysi,
pero con las manos vacías.
Después de almorzar; un poco extrañada -porque no era normal viajar vacío en aquellos tiempos- abuela le preguntó por la causa de la inesperada visita y él sencillamente contestó.
Después de almorzar; un poco extrañada -porque no era normal viajar vacío en aquellos tiempos- abuela le preguntó por la causa de la inesperada visita y él sencillamente contestó.
- Ná;
estaba aburrido en la casa y vine a darles una vuelta.
Parque Céspedes. Manzanillo. |
Al anochecer; mi hermano regresó. Abuela mandó
dos coladas de café, del que bajaban ilegalmente de las lomas.
Ernesto
no contaba con que Tony; el más pequeño de mis hermanos, se enfermaría esa
misma noche y por la mañana; abuela, como siempre, acudiría de inmediato.
La paleta abandonada. |
Después
de los saludos y de las primeras decisiones de abuela; llegó la pregunta
que no podía faltar. Mi
madre le preguntó:
-
Mami; ¿Te gustó la paleta que te mandé ayer?
Abuela
fijó sus ojazos verdes en el aludido; mientras Ernesto quería que se lo tragara
la tierra.
- ¿Viste? La mentira tiene piernas
cortas.
Fue
entonces que todos conocimos la verdadera historia de la paleta de cerdo abandonada
a su suerte debajo del incómodo asiento de una guagua Girón VI.
=== FIN ===