Hay hijos que sacan
a sus padres de sus casillas, aunque éstos tengan más paciencia y escaques que un tablero
de ajedrez.
Aurora Basnuevo aparece en la televisión cubana hasta diez veces diarias, para
decirnos cómo debemos educar a nuestros hijos. Todo eso está bien, pero a veces los
muchachos necesitan que los metan en cintura. Total, si por un par de nalgadas, un chancletazo o un cintazo nadie se ha muerto.
Los niños de aquí, amenazan con llamar al 911 en cuanto los
padres los regañan o les suben un poquito el tono de voz. Ya no se les puede ni
regañar. Todo eso es considerado violencia infantil.
¡Ah! Pobre del maestro que le levante la voz a un alumno;
enseguida llegan los padres como fieras.
- Usted no tiene derecho a pegarle a mi hijo, porque no
sabe con qué se cría.
Eso es lo mínimo
que le gritan en la cara al profesor.
El pedagogo ruso Antón Makarenko habló bien claro sobre a la disciplina. En mi época; los maestros no andaban con muchas
contemplaciones. Nos sonaban un reglazo en las manos o en las pantorrillas y nos
paraban en una esquina del aula mirando a la pared y ningún padre
fue a discutir por aquellos castigos y en el hogar, los castigos no eran diferentes.
A unos nos arrodillaban en el suelo, sosteniendo sobre nuestras cabezas, una piedra
de a libra. Media hora en semejante posición era un buen escarmiento. Mis
vecinos Daniel y David, cuando hacían algo incorrecto, tenían que permanecer
parados en medio del patio, como mismo vinieron
al mundo, pero con los vellos floreciendo por doquier, durante media hora. Eso ya
era denigrante. Paradójicamente; la familia era cristiana.
Una tarde, mientras
jugábamos en el patio; por un asunto trivial, la emprendí a trompones contra mi
hermano Ernesto, dos años menor que yo, mientras mi padre hacía un trabajo en
el cielo raso de la casa. Aunque muchos han hablado de ellas, no todos han tenido
el privilegio de verlas. Aquel día supe que las estrellitas si existen. Yo
las vi, mientras mi padre me hacía añicos un listón de madera, en la espalda.
=== FIN ===
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