04 septiembre, 2011

El bisabuelo ticuna.


Valentín
Francisco Cuba nació en Manzanillo del Mar, un pueblito de pescadores cerca de Cartagena de Indias, en Colombia.  Ni su esposa ni sus descendientes supieron nunca, su segundo apellido. Él jamás hablaba de sus padres, ni de su familia colombiana.

Cuando Francisco Cuba se encabronaba, se sentaba en su taburete -que permanecía recostado al tronco de una frondosa guásima en el fondo del patio- y encendía un tabaco. Entre bocanadas y contemplando un amarillo retrato de sus padres, se repetía a sí mismo:

«¿Qué habrá sido de mis viejos?»

El padre de Francisco Cuba era un indígena ticuna, alto y fuerte como un roble, que desde pequeño trabajó en la hacienda Campo Alegre; un feudo ganadero que se extendía desde cerca de la ciudad de Villavicencio, hasta las márgenes del río Guatiquía y que era propiedad de Don Francisco de Villanueva, un andaluz que heredó la finca de su tío.
 
A mediados del año 1850, el caserón de la hacienda Campo Alegre se convirtió en el centro cultural de toda la comarca. Fue una excelente idea de Don Francisco, para que su amada esposa no extrañara a su familia, a Córdoba y al río Guadalquivir. Todos los sábados; como llamados por el tañido de enormes campanas, llegaban hasta allí: bardos, literatos y poetas; trovadores y peleles, que abarrotaban el lugar. La mayoría de ellos venía del cercano caserío de Gramalote; lo que es hoy la ciudad de Villavicencio, para mostrar sus dones y a engullir carne de res y beber vino.

Desafortunadamente; a finales de 1855, el luto se enseñoreó del lugar. Durante una de las concurridas tertulias y justo en el clímax de un poema épico; falleció repentinamente Isabel María Palenzuela; la esposa de Francisco de Villanueva.

La inesperada muerte, puso fin a los cenáculos literarios, al coleo de los llaneros y a la algarabía de la hacienda. Don Francisco hizo construir un panteón cerca de la casona, donde reposara eternamente su joven y amada esposa. Desde entonces, Don Francisco se refugió en el trabajo y en un amor desmesurado por los dos pequeños vástagos que le había dado la finada. Francisquito; de cuatro años e Isabel María; de tres.

En 1870; cuando Isabel María de Villanueva cumplió dieciocho años, aprovechó la fiesta en su honor para confesarle a Don Francisco el apasionado amor que sentía por Gervasio Cuba. El padre encolerizó. No permitiría que su hija mimada; tan grácil y bella como su difunta madre, «mezcle su sangre andaluza con aquel indio insolente y bruto y con hedor a mierda; que sólo sirve para arrear ganado y ordeñar vacas». Esa misma noche le ordenó al capataz que en cuanto amaneciera, expulsara al ingrato de la hacienda.


Cuando el Sol asomó al siguiente día, se tropezó con el indígena ticuna cabalgando soñoliento y taciturno por la cordillera oriental, rumbo a Bogotá. Avanzaba lentamente, sentado en las grupas del corcel y a mujeriegas cabalgaba feliz, Isabel María de Villanueva.
                                                             
Después de deambular durante un par de años por pueblos y ciudades del interior, la pareja se estableció definitivamente en Manzanillo del Mar. Gervasio Cuba pescaba en una piragua y vendía luego la captura en el mercado; mientras Isabel María de Villanueva ofrecía deliciosos turrones, fruto de sus hacendosas manos.

Cada día, al regresar del mar, Gervasio le obsequiaba una perla, una concha o un caracol y ella los atesoraba con inusitado celo. En la humilde vivienda que construyeron, nacieron sus tres hijos, pero sólo Francisco Cuba de Villanueva sobrevivió. Los otros dos  murieron de cólera durante una epidemia que azotó la comarca.

Desde la fuga de la andaluza y el ticuna, en la hacienda Campo Alegre se prohibió mencionar el nombre de Isabel María; a quien la familia jamás perdonó. Nunca más supieron de ella y mucho menos, del indio que la desgració. Francisco Cuba; “el fruto de la perversa relación”, creció sano y aunque no poseía la corpulencia de su progenitor, era admirado en el pueblo por la fuerza de sus puños, que hicieron comer tierra a más de un fanfarrón.

Al estallar en 1899 una devastadora guerra civil en Colombia y ante el temor de que Francisco se uniera a las guerrillas liberales que combatían al gobierno de Manuel Antonio Sanclemente; sus padres le echaron mano a sus exiguos ahorros y compraron un puesto de marinero en una compañía naviera de Cartagena; con la esperanza de alejar al hijo de la contienda.

Antes de embarcarse; el joven informó a sus padres de la decisión que había tomado: Había decidido despojarse para siempre de su apellido materno.

«… mamá, no es nada personal contra usted o su familia; es que no quiero nada que me empariente a siglos de conquistas, genocidios y desmanes… ». 

En un barco de vapor recorrió Francisco Cuba todos los puertos de la costa caribeña: Barranquilla, Santa Marta; llegando incluso a las islas de Aruba y Curazao.

El conflicto bélico colombiano terminó a mediados de 1903. Isabel María de Villanueva y Gervasio Cuba esperaron impacientes el regreso de su hijo Francisco. Pasado un mes tuvieron noticias suyas. Supieron por la carta que les envió con un amigo; que había conocido un hermoso lugar y a personas desinhibidas y alegres y había decidido echar anclas en aquel sitio. La noticia los conmocionó. Envejecieron rápidamente, agobiados por la angustia. Gervasio Cuba falleció una calurosa tarde de 1907 y ella  sintió tanto dolor por la muerte de su amado ticuna, que dos meses después, lo siguió.    

En 1902; tres meses después que el General del Ejército Libertador, el doctor Tomás Estrada Palma asumió la presidencia de la estrenada República, el vapor Magdalena arribó a las tranquilas aguas de la bahía manzanillera con un cargamento de frijoles, arroz y tasajo. Francisco Cuba –uno de los marineros- quedó tan deslumbrado con la ciudad que decidió quedarse cuando el barco zarpó una semana después. Según decía sonriente, «había presentido una cábala, pues la ciudad se llamaba como su pueblo natal y su apellido era idéntico al del país».

En 1903, Francisco Cuba le desbarató la mandíbula a un mulato estibador de los muelles, que no quiso pagarle una apuesta en el bar La Concha. Por esa razón tuvo que salir de la ciudad, pues una turba oscura y enardecida lo buscaba para lincharlo. Así llegó a La Demajagua, donde conoció a Amparo Arias, la trigueña más bella de aquel caserío.


                                                                 === FIN ===



2 comentarios:

  1. hola...de que pagina sacaste toda esta informacion de nuestros antepasados....pues en eso andaba yo para un libro que quiero escribir,,,,gracias y si puedes mandame la direccion

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    1. Hola amigo! No la saqué de ninguna pagina. Es algo que poco a poco voy sacando de mi mente. Es ficción, mezclada con algo de realidad... Muchas gracias por su comentario.

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