10 agosto, 2011

Apodos.

Por muy diversas razones y a lo largo de toda la existencia humana, como rémoras nos han acompañado los apodos. Bastarían estos tres ejemplos.

Compay Segundo
Lorenzo Hierrezuelo y Francisco Repilado formaban el dúo Los Compadres. Repilado era la voz segunda y un buen día, alguien lo bautizó como Compay Segundo. Con este nombre fue conocido, desde entonces, en todo el mundo.  

Edison Arantes do Nascimento fue reconocido oficialmente como el mejor futbolista del siglo XX, sin embargo, todos lo conocemos como Pelé.

La mayoría de las personas no reconoce a Iósiv Dzhugachvili como el controvertido político soviético que guió el destino de aquel inmenso país, desde la muerte de Lenin, hasta su propia muerte; pero basta mencionar su apelativo, para que sea conocido en todo el mundo: Stalin.

Pelé
No intento establecer la más mínima comparación. Aunque no sean tan célebres como los anteriores, en el barrio La Marina existen sugestivos apodos, asociados a queridos personajes locales. Aunque en muchos sitios, los motes son sinónimo de burla, en mi barrio constituyen una especie de galardón popular o reconocimiento social.

Las especies marinas tienen amplia representación entre los apodos de La Marina: la cubera, el macabí, la tonina, el ronco prieto, la picúa y el camarón. También está la corúa y el pelícano, que competen con el gavilán, el cao, la yaguaza  y la codorniz. También hay jicoteos, toros, panteras y guayabitos.

Algunos motes son referencias directas a determinadas características físicas: pata de yegua, la patúa, maleta, pelo de mango, tubo de escape, guanábana, el tuerto, negrito, el cojo, cabezón, pelón, macana, pichita, mayor y pelú. Otros se refieren a acciones de sus dueños: rompe espejo, rompe cobo y caga patio. Algunos apodos marcan una diferenciación: el negro, el blanco, el pinto, el enano y maslindo, aunque no entiendo otros como: muriela, candallo, el descuera'o, chimininga, checha, cheché, veinte dedos, güinga, coliche, ñengo, ñango, patiti, chaqui, cutupia, pirolo, perule, tín  y quimbo.      

Algunas personas son tan reconocidas por su oficio, que si éste no se mencionaba, es como si ellos no existieran. Carlín; el zapatero, Chango; el carnicero y Nando; el barbero. Existen también apodos insólitos como cayajabo, káiser, chunga, mongué, chocha, cumbancha, merejo, naco, caloba y chichi. Otros se refieren a parecidos fisonómicos: el indio, el ruso, el francés, el coreano y el chino.


Stalin
Nunca he realizado una investigación para confirmar lo que muchas veces ha contado mi madre: Cuenta ella que en el año 1964, el Che Guevara visitó Manzanillo y se hospedó en una de las casas de visita que existen al final del malecón. Mi madre me llevó a visitar a mi padre, que era uno de los agentes asignados a la seguridad de aquellas viviendas y al ver al hermoso bebé que entonces yo era, el legendario guerrillero me cargó por unos minutos en sus brazos. Desafortunadamente no quedó constancia fotográfica de aquel momento.  Años después, a mediados de los setenta; yo usaba una boina negra para esconder el pelado a la malanguita que me hacía Nando; el barbero, por indicaciones precisas de mi padre y aunque todos en el barrio me conocían por Ramoncito; me gané un apodo. Reunida la muchachada en el murito de la esquina más famosa de La Marina: Calles Cortina y Juan Castellá, les narré la historia que les acabo de contar y aquello fue suficiente para que al instante Papa la güira me endilgara un mote: Chepelón, que con el tiempo, me achicaron a Chepe.  

Hay sobrenombres que han dejado de ser patrimonio de una persona y como título nobiliario, es heredado por sus descendientes. Al progenitor de una popular y querida familia del barrio: Felipe Vásquez, todos lo llamábamos Felipe la güira. Su apodo pasó como herencia a sus hijos Roberto, Beny, Tati y Papa. A Otilio lo llamaban cariñosamente el pescao y a sus hijos, el barrio los fue bautizando como Tico el pescaón, Cutiño el pesca'o y  Antonio el pescaíto. Un guagüero gigantón: Juan Aguiar, apodado Juan 200 -debido a sus libras de peso-, traspasó el mote a sus cinco hijos – ideales modelos para Fernando Botero-.

A finales de los 70's se mudaron para el barrio, unos campesinos. La familia estaba formada por el matrimonio y cinco hijos. Los adultos saludaban cortésmente a todo el que se encontraban y enseguida surgió un malintencionado comentario de era una familia de cariñosos. Eso bastó para que a los pocos días fueran bautizados como los cariñosos. El apodo se ha extendido no solamente a aquellos que llegaron a la barriada, sino también a su numerosa descendencia.


                                                                === FIN ===

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