Bilongo |
Aunque soy laico, respeto las creencias
religiosas de los demás, pues ese es uno de los derechos fundamentales de todo hombre. La brujería, el mal de ojo y los bilongos forman parte de
nuestra cultura popular. Eso también hay que respetarlo.
Cuando nos dirigíamos a la escuela secundaria Juan Castellá, muchas veces nos tropezábamos con algún “trabajo” que habían tirado en la intersección de dos calles. Ante semejante
hallazgo, la mayoría de nosotros evadía el bulto, pero él no.
Elio Reina era mi compañero de pupitre en la escuela. Espigado, rubio y
siempre sonriente. No entendía de bilongos ni maleficios. Le daba varias patadas
a la envoltura.
Recogía las monedas, las velas, el crucifijo y cualquier otra
cosa que pudiera servirle y continuaba su camino como si nada.
En el receso, Chuchi
–que así le decíamos- compraba durofríos con las pesetas que había recogido del
bilongo y por la tarde le vendía las velas y el crucifijo a la negra Juana , de donde seguramente
habían salido.
=== FIN ===
=== FIN ===
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