Vito Corleone. Film El Padrino. |
Aunque no vivía en el barrio; Isidoro Rodríguez era una figura
singular. Cuando asistía a las tertulias, nos narraba historias sorprendentes. Tenía
más de sesenta años y aunque nunca habló del tema, estoy convencido que Mario Puzo compartió con él varias copas en algún oscuro bar de Manhattan y se inspiró en
sus gestos y ademanes para moldear al personaje Vito Corleone: El tabaco arrimado
a la comisura de los labios. Sólo abandonaba aquel sitio, mientras Isidoro conversaba;
manteniéndolo prisionero entre los dedos de su mano derecha.
Nos contó una vez, que siendo capataz en el ingenio de
Guayabal ocurrió un trágico accidente cuando uno de los mecánicos resbaló y
cayó en los molinos. Carlín; el zapatero
anotó en una libretica.
En otra ocasión; narró una tremenda reyerta entre un
borracho jaranero y un policía abusador, cuando trabajaba en un bar de Jovellanos.
Carlín sonrió y apuntó en su libreta.
Isidoro relató una tarde; la historia de una hermosa dama
de sociedad que lo confundió con un millonario; mientras laboraba como croupier en un casino de Marianao. Carlín escribió en su libretica.
Nos describió sus peripecias como timonel de un vapor que
hacía la ruta entre La Habana y Tampa, para poder evadir el azote de un
terrible huracán que los sorprendió frente a Cayo Marquesa. Carlín volvió a sonreír y anotó nuevamente
en su libreta.
Contó una vez que en un
empatado juego de pelota en el terreno de Ceiba Hueca; en la décima entrada, ya
con dos out, salió a batear de emergente. Se cuadró adecuadamente y tocó la
bola; corrió veloz hasta primera, siguió para segunda, dobló y llegó a tercera.
Como los jugadores del cuadro no encontraban aún la esférica; salió disparado
para el jón y anotó la carrera que dejó al campo al equipo contrario. Ante la
insistencia de jugadores y árbitros, Isidoro les mostró su último invento. Tomó
una pala y midió un metro delante del cajón de bateo; cavó y a medio pie de
profundidad encontró la pelota. ¡Había inventado el toque de bola subterráneo!
Aquella fue la gota que desbordó la copa. Ante la presencia
de Isidoro y demás tertulianos, Carlín
sacó su libreta del bolsillo, se levantó y comenzó a leer. Según la minuciosa cuenta,
Isidoro poseía más de noventa profesiones y tenía ciento veinte años de edad.
Isidoro Rodríguez no se dejó
provocar por semejante insulto, pero se esfumó de nuestra tertulia por un buen tiempo.
=== FIN ===
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