Galera egipcia |
Tres mil años antes de Cristo, ya las galeras egipcias surcaban las aguas del Nilo. Un milenio después, los mercantes fenicios las sobrepasaron en importancia, pero fueron desplazados por las galeras griegas y romanas. En la edad media, los skutas vikingos posibilitaron las famosas expediciones de los pueblos nórdicos.
Con el pasar de los años, surgieron las
carabelas, los galeones, los bergantines y las goletas, continuando así el
desarrollo de las embarcaciones de velas y de vapor.
Bergantín |
En la década del setenta había en La Marina, sólo dos o
tres pequeños botes con motor. Eran motores muy viejos, de enfriamiento por
agua; reparados y vueltos a reparar y a los que había que echarles en la
recámara -para que arrancaran en las frías madrugadas- un chorrito de gasolina…
y otro de café.
La inmensa mayoría de los pescadores tenía su propio cayuco: naves tan
simples como sus dueños; que no tienen parentesco con las famosas embarcaciones
enunciadas. El cayuco es nieto de aquellas canoas que utilizaron los
aborígenes para trasladarse por todo el Caribe y que aún sigue siendo el principal medio de transporte para muchas comunidades indígenas asentadas a orillas del Orinoco y el Amazonas. El cayuco es también primo de la canoa
Hatuey, aquella en la que realizó su travesía por el Amazonas y luego por todo
el mar Caribe, una expedición integrada -entre otros- por el inolvidable doctor
Antonio Núñez Jiménez.
Construyendo un cayuco |
Cuando finalmente la inmaculada ceiba era derribada, su tronco
era transportado en una carreta hasta el escenario de nuestras tertulias. Allí;
Leoncio o Pitcher Bueno –que eran los
expertos constructores de cayucos- se harían cargo del gigante tendido. Con una
hachuela como única herramienta de
trabajo, iban –entre chistes, historias y comentarios malsanos- sacando lascas
del tronco y dándole forma a la
mole. Al cabo de unos tres meses, cuando el trabajo pesado
había concluido, se instalaban los aditamentos de madera: la quilla, la borda, las
chumaceras y los bancos. Se dejaba secar por un mes más, luego se pintaba con
alquitrán y… ¡a navegar!
Navegando a vela en un cayuco |
Los cayucos no son grandes embarcaciones; poseen espacio sólo
para dos o tres personas, pero tienen una increíble capacidad de maniobra. Cerca
de la costa, se utiliza una vara para impulsarlos. Sobre la borda llevan las
chumaceras donde se coloca el par de remos; con ellos se navega contra el
viento o en el freo y para capturar la carnada con la atarraya. Para
navegar despacio, en solitario o en silencio, se utiliza el canalete de popa y
por si fuera poco, se les incorpora una vela o foque, que se despliega para
navegar velozmente y aprovechar la fuerza del viento.
¡Es increíble que quepan tantos objetos en una embarcación
tan pequeña! Se dota con dos remos, el timón de popa, el ancla o potala con su
soga, la vela, la vara y el canalete. No puede faltar el cajón repleto de
cordeles, anzuelos, plomadas, alambradas y el tolete, Tampoco la atarraya para
la carnada, ni la chismosa con el mango y el protector contra el viento, para
alumbrar durante la madrugada –a la que llaman carandosa-, un porrón con agua
fría, un pomo con café, un par de panes, fósforos y cigarros. Todo lo necesario
para permanecer unas diez horas mar adentro.
=== FIN ===
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