Era una calurosa tarde de verano del año 1976. No podía
estar en la calurosa vivienda y sudando, pensaba en cómo asesinar el aburrimiento. La
televisión no comenzaba su programación hasta las seis y para mayor desdicha,
el radio Rodina se había hecho añicos una semana atrás, debido a una fuerte
disputa entre mi preferencia por las Olimpiadas de Montreal que trasmitía Radio
Rebelde y la preferencia de mi hermana por los programas de Radio Progreso.
Acabábamos de cumplir el castigo que nos habían impuesto. Por mi mente pasó
rauda una idea: pediré permiso para ir a pescar.
- Está bien, pero cuando el Sol baje.
Esa fue la áspera respuesta de mi madre. Subí entonces al
frondoso níspero, para vigilar al astro rey. Aquella tarde demoró una eternidad
en esconderse tras las tejas del caserón de Pura Bello. Cuando por fin el patio
ensombreció, tomé los cordeles y corriendo, salvé las tres cuadras que
separaban al muelle, de mi casa. Logré que uno de los mellizos de Juan Luis:
Alfredo o Gonzalo, no sé, porque siempre los confundí, me regalara un puñado
de camarones y me senté en una de las vigas, resguardado entre dos traviesas.
Al rato; cuando el Sol amenazaba con zambullirse en las
cálidas aguas del Golfo de Guacanayabo, un pez picó en el anzuelo. Tiró del cordel con todas
sus fuerzas, dando inicio a un desigual combate. Luego de un minuto de forcejeo,
la batalla concluyó a mi favor y en mis manos agonizaba una cubera de más de tres
libras. Aquella hermosa pieza, de carne blanca y jugosa, hizo volar mi
imaginación y me encontré de pronto, parado en el umbral de mi casa y alzando
en mis manos una ensarta de cuberas. Disfruté con la cara de envidia de mis
hermanos y la de alegría, de mi madre.
Silverio tenía entonces dieciséis años y yo; doce. Un
rato después de la captura, el joven se paró a mi lado. Observó detenidamente
la cubera y me alertó que podía echarse a perder, si no le sacaba las agallas y
las tripas. Hizo más; me brindó su ayuda.
- Si buscas un cuchillo, te la descamo y te la preparo.
Cubera |
No percibí nada anormal en sus palabras y como mis abuelos
paternos vivían frente a la entrada del muelle, corrí hacia allá para buscar un
cuchillo. Cuando al cabo de breves minutos regresé contento, cuchillo en mano, ambos:
Silverio y la cubera, habían desaparecido. En mi cabeza no cabía la idea de
haber sido timado de una manera tan burda. Al menos –pensé- no se llevó los dos
carretes.
Fui a su vivienda de inmediato, pero allí me dijeron que no se encontraba. Recorrí varias veces el barrio, pero no lo encontré. Fue mejor así, porque si lo llego a encontrar, no sé lo que hubiese sucedido. Apenado, regresé al hogar y a nadie conté lo ocurrido.
Fui a su vivienda de inmediato, pero allí me dijeron que no se encontraba. Recorrí varias veces el barrio, pero no lo encontré. Fue mejor así, porque si lo llego a encontrar, no sé lo que hubiese sucedido. Apenado, regresé al hogar y a nadie conté lo ocurrido.
Pasé una semana terrible. La impotencia me incitaba a
pensamientos insospechados. El domingo por la mañana se jugaba pelota en el
terreno del barrio. Allí estaba el truhán, cubriendo el left field. Jugaba descalzo. Se había quitado los kikos plásticos
para no dañarlos, pues eran sus únicos zapatos. Me acerqué al dogout y con la complicidad de Juanito, tomé el par de kikos, los
introduje en mi short y les tiré la
camisa por encima. Caminé despacio hasta la morada de mis abuelos;
detrás del right field. Sin el menor
remordimiento, los lancé al escusado y con un palo bien largo, los hundí sin
misericordia en el excremento.
Satisfecho; me senté en el piso del portal y desde allí me dispuse
a disfrutar mi venganza. Al terminar el juego de béisbol, Silverio buscó
afanosamente sus zapatos. Después de dar varias vueltas y preguntar aquí y allá,
se dio por vencido y encaminó sus pies descalzos a su casa.
Pasarán los siglos. Quizás un equipo de sagaces geólogos
y antropólogos encuentre aquellos zapatos plásticos y elabore una teoría sobre
los seres que habitamos el planeta en estos tiempos, pero la verdad es que los
puse a dormir, como venganza por la cubera que Silverio me estafó.
=== FIN ===
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