19 agosto, 2011

Sentados a la misma mesa.

A la memoria de Oscarito García.

Oscar Garcia (a la derecha)
¿Quién no conocía a Oscar García, en Morón? Falleció hace  dos años. Oscarito -como lo conocíamos- era un personaje muy querido en la ciudad y su círculo de amistades era tan amplio que en él cabía el presidente del gobierno municipal, el mirahueco de la esquina, el gerente de un hotel de Cayo Coco y el cura de la iglesia. En el patio de su vivienda tenía una peña de boleros. En el portón, un cartel rezaba: Peña del Bolero de Luis Gardey, Pío Leyva y El Greco.

Pío Leyva
Me consta que esos famosos artistas actuaban allí -en casa de Oscarito- cuando iban a Morón. En varias ocasiones disfruté de sus actuaciones. Eran tertulias salpicadas de ron añejo, whisky comprado por la izquierda, congrí, tostones y alguna pierna de cerdo, que Edel preparaba exquisitamente. Las peñas comenzaban pasadas las nueve de la noche y no tenían para cuando acabar.


Esta historia ocurrió en el año 2002. Eran los días finales del año y por doquier se respiraba un ambiente de festividad. Como tantas veces, un heterogéneo grupo de amigos, conocidos y pegados, disfrutábamos de las noches de peña en el patio de Oscarito.


Mary Ferrer se refrescaba en la pequeña piscina, mientras José Enrique Castro; Presidente del Poder Popular, bailaba con su esposa Juanita algún que otro bolero. Yo conversé aquella noche un largo rato con mi amigo Emilio Machado, ex compañero en el Hotel Tryp Cayo Coco, que reside en Canadá y a quien no veía desde su partida.

Oscarito era un excelente anfitrión. Siempre sonriente, atendía el más mínimo detalle de la fiesta y su buen sentido del humor se manifestaba en todo lo que decía. En una mano el vaso de whisky y en los labios, el perenne cigarro.

Raúl Rivero
Nos sentamos a la enorme mesa del patio. Éramos unas treinta personas. Un trío amenizaba la velada. Cuando nos disponíamos a cenar, Oscarito golpeó varias veces el vaso con el tenedor y todos dirigimos la mirada al anfitrión. Se levantó de su silla y alzando el vaso de whisky, expresó:


- Brindo, porque esta noche he logrado el sueño de mi vida: que en mi mesa compartan conmigo, dos grandes amigos: el coronel René Hernández, jefe de la Policía de La Habana Vieja y Raúl Rivero, uno de los principales disidentes de este país. 


Y efectivamente, a cada lado, estaban sus dos amigos irreconciliables. Todos brindamos y reímos con la ocurrencia, pero en verdad, tenía razón. Oscarito logró -mucho antes de morir- el sueño de su vida.


¿Será que hace falta un Oscarito García para que todos los cubanos nos sentemos, algún día, a la misma mesa? 


                                                    === FIN ===



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