A la memoria de Oscarito García.
Oscar Garcia (a la derecha) |
Pío Leyva |
Esta historia ocurrió en el año 2002. Eran los días finales del
año y por doquier se respiraba un ambiente de festividad. Como tantas veces,
un heterogéneo grupo de amigos, conocidos y pegados, disfrutábamos de las
noches de peña en el patio de Oscarito.
Mary Ferrer se refrescaba en la pequeña piscina, mientras José
Enrique Castro; Presidente del Poder
Popular, bailaba con su esposa Juanita
algún que otro bolero. Yo conversé aquella noche un largo rato con mi amigo
Emilio Machado, ex compañero en el Hotel Tryp Cayo Coco, que
reside en Canadá y a quien no veía desde su partida.
Oscarito era un excelente anfitrión. Siempre sonriente, atendía el
más mínimo detalle de la fiesta y su buen sentido del humor se manifestaba en
todo lo que decía. En una mano el vaso de whisky y en los labios, el perenne
cigarro.
Raúl Rivero |
- Brindo, porque esta noche he logrado el sueño de mi vida: que en mi mesa compartan
conmigo, dos grandes amigos: el coronel René Hernández, jefe de la Policía de La Habana Vieja y Raúl Rivero, uno de los principales disidentes de este país.
Y efectivamente, a cada lado, estaban sus dos amigos irreconciliables. Todos brindamos y reímos con la ocurrencia, pero en verdad, tenía razón. Oscarito logró -mucho antes de morir- el sueño de su vida.
Y efectivamente, a cada lado, estaban sus dos amigos irreconciliables. Todos brindamos y reímos con la ocurrencia, pero en verdad, tenía razón. Oscarito logró -mucho antes de morir- el sueño de su vida.
¿Será que hace falta un Oscarito García para que todos los cubanos nos sentemos, algún día, a la misma mesa?
=== FIN ===
=== FIN ===
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