Cojinúa |
A Chichi, Monchi, Marcelo, Leonardo y Ernesto Aguiar.
Antes de que Campechuela fuese fundado, la pesca era ya una de las principales fuentes de alimentación de sus moradores. Innumerables familias -durante generaciones- han conseguido en el mar la dieta básica -y muchas veces única- para su sustento diario.
Antes de que Campechuela fuese fundado, la pesca era ya una de las principales fuentes de alimentación de sus moradores. Innumerables familias -durante generaciones- han conseguido en el mar la dieta básica -y muchas veces única- para su sustento diario.
Chopa |
Aunque hoy nos parezca insólito; a finales de los setenta,
la carne de res llegaba semanalmente a todas las carnicerías del país y los
huevos de gallinas envejecían en sus depósitos de cartón; tanto, que miles de
ellos fueron lanzados contra las viviendas de aquellos que decidieron tomar
rumbo Norte, por el puerto de El Mariel. Aún en aquella bonanza, la dieta de muchos
campechuelenses estaba sincronizada al mar. Eran los tiempos en que el patao,
el carajuelo, la chopa cagona, el macabí y el machuelo eran consideradas especies
de séptima categoría y nadie allí había escuchado hablar de pez gato, tilapia o
tenca.
Machuelo |
Sin embargo, cuando en la década de los noventa, el
período especial nos apretó el cinturón, mi amigo Chichi Aguiar y sus hermanos perdieron más de cincuenta libras de
peso cada uno, las especies marinas consideradas inferiores, se convirtieron en manjares y lo que les cayó encima fue un vendaval. Chichi y sus hermanos no aguantaron aquel
ritmo y decidieron -sabia decisión- recuperar las libras perdidas… en Naples,
Florida.
Liseta |
He disfrutado del salmón y del bogavante, en ostentosos
restaurantes extranjeros, pero nunca olvidaré el arroz blanco, la liseta frita y
el boniato hervido -el almuerzo típico del barrio La Marina-, que en las familias más pobres
se transformaba en un pedazo de pan, un ronco prieto frito y un jarro de sambumbia. Aunque he disfrutado también
del exquisito sabor del bonito, del bacalao y del narval, mis preferencias siguen allí, apegadas a la rueda
de sierra frita, al enchilado de camarones que preparaba abuelo Monguito y al cóctel de ostiones
frescos del bulevar de Manzanillo.
Las cosas que tiene la vida. En La Marina el boquerón siempre se utilizó
como carnada y sin embargo en el mundo entero se consume curado, con el que se
rellenan aceitunas y se preparan deliciosas pizzas. Los cardúmenes de manjúas en
el muelle eran gigantescos y nadie las pescaba. Sin embargo, es consumida frita
en toda la costa del Mediterráneo, como saladito acompañante de una buena jarra
de cerveza.
Pargo criollo |
¡Aquellas cuberas, guasas y cojinúas! ¡Ah! La corrida del
pargo. Esa era mi preferida. Armado de tenedor y cuchillo, mis sentidos eran
presa de aquella masa blanca y jugosa, que abuela Aleida
plantaba en medio de la mesa, a manera de desafío. No sé por qué extraña razón,
siempre he asociado al pargo con Jesucristo; quizás sea por aquel pasaje
bíblico, en que cerca de la ciudad de Betsaida, Jesús multiplicó los panes y los
peces y que a mí no me cabe en la cabeza que fuesen chopas, ni macabíes; sino pargos.
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